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B. PÉREZ GALDÓS

grado toda nuestra vida matrimonial, po- niendo entre los dos el espesor y frialdad de una muralla de recelo, y confinándonos una y otro en triste soledad.- Tratándose de un hecho irremediable, y sin atenuar mi enorme falta, no hay más remedio que bajar ante él la cabeza, pues nada se adelanta con las soluciones violen- tas y trágicas á nuestra edad, que ya recla- i ma sosiego y volver los ojos á mejor vida. El no aspira más que á una vejez obscura, preparándose á un buen morir. Desea que yo procure ponerme en paz con Dios, lim- 1 piar mi conciencia, y no traer más desven-, turas sobre las que ya deploramos.

Autoriza cuanto Cortina crea pertinente para los fines que anhelo y cuya justicia re. conoce, y al concederme la libertad me im- pone la obligación de seguir residiendo en nuestro palacio de Madrid, hasta la fecha que él determine, á fin de evitar en lo posi- ble los inconvenientes de una separación brusca y escandalosa.

Aunque espera que al fin se extinguirá en su alma el resentimiento, por hoy rechaza toda reconciliación formal, y proscribe las escenas de abrazos, lágrimas, protestas demás manifestaciones de un gusto teatral. En un largo plazo, que él fijará, no nos ve- remos ¡ay! Felipe y yo. Seguirá en la Enco- mienda hasta muy entra lo el invierno. Ac- cede á la proposición que le han hecho de enajenar el palacio en la primavera próxima para demolerlo y construir en el casas de ve-