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B. PÉREZ GALDÓS

recen dos lindos bustos negros. En las gra- ciosas cabezas, de perfil, reconoces al pun- to á las dos napolitanas, señalándose por más bello y picante el contorno de la Rei- na, colocado delante del de su hermana. Ambas aplican el dedo pulgar á la punta de la nariz, extendiendo la mano y dando á los otros dedos un temblorcito gracioso. Vuél- vense las caras y manos hacia la parte aqué- lla de Abroñigal, donde se supone que está el Pretendiente recomendando á los suyos la confianza absoluta en la protección de la Santísima Virgen de los Dolores.

De fijo llevarás á mal que trate yo una grave cuestión histórica por arte bufonesca. Pero, hijo, considera que los años me hacen infantil: quiero ser serio, y no lo consigo. Mi experiència, madre de mi descreimiento en estas materias, es abuela de mi humor festivo. Añade á esto que el descanso, la paz y las comodidades que disfruto en este pala- cio, después de tantas desdichas, despiertan en mí una alegría retozona. Te presento el lado gracioso de esta Real intriga, porque es el que más á mis ojos se destaca. Tú, niño ilustrado, á quien las probabilidades de to- mar un buen papel en la política imponen la seriedad, podrás darle la vuelta (todas las cosas tienen dos caras) y presentarlo por el lado grave, para gobierno y enseñanza de esta generación más estudiosa en los libros que en los hechos. Por mi edad y mi cien- cia del mundo, estoy autorizado á ser extra- vagante, á tener cosas, á reirme de lo que