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B. PÉREZ GALDÓS

eran de lo más clásico; pero resultaba un bonito efecto. El comistraje ofrecido al Rey no fué malo, según dicen, pues yo no lo caté. En Tarancón alojaron á S. M. C. en la propia vivienda del padre de D. Fernando Muñoz, donde no halló desahogo de aposen- tos ni un trato muy fino, y mi humilde per- sona se arregló con Cabrera en casa de unos hidalgos labradores, que nos trataron gua- pamente. La recua clerical y covachuela lo pasó tal cual ese día, pues no hubo para ella buen acomodo, quedándose algunos en cua- dras pestiferas, y en bodegas obscuras. Pero no faltó vino para todo el parasitismo, con 10 que los duelos fueron menos y el quebranto tolerable. En Fuentidueña salió el clero con palio, el Ayuntamiento con estandarte, y la Sacra Majestad se dirigió solemnemente á la iglesia, donde la obsequiaron con re- ligiosos cánticos. Igual demostración de gra- titud al Omnipotente tuvimos en Villarejo de Salvanés, con merienda suntuosay pelle- jos de vino á discreción. La alegria de la ojalata llegó á manifestarse con estruendo impropio de gente tan sesuda y de la gra- vedad de un Monarca que hacia su regio - papel imitando á los ídolos. Llegamos por fin à la villa de Arganda, famosa hasta hoy por sus caldos, y que lo será en lo sucesivo por la solemnidad del Te Deum que nos endilgó con desusada fiesta de pólvora, colgaduras y demás manifestaciones de pública inocen- cia. Divisadas desde allí las torres y chapi- teles de la metrópoli de las Españas, pro-