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B. PÉREZ GALDÓS

ó Dictador que flote en la riada. Cierto que i la cara de la revolución le asusta á él, Ďon Dinero; pero la de Carlos V, que también trae mueca revolucionaria, y de las más feas, no es muy tranquilizadora. Sépase quién logra condensar una fuerza eficaz, potente. Ese tendrá el dinero á espuertas, por la senci- lla razón de que las fuerzas efectivas se jun- tan naturalmente, por ley de atracción... ¿Sabes, Fernandito de mi alma, que este hombre es muy práctico y discurre con ad- mirable sentido? Siempre lo dije: cuanto más rico es un hombre, mejor razona y senten- cia. El sofisma, la falsa dialéctica, la pala- brería ociosa, insubstancial, ¿qué son más que el natural producto de la pobreza? Cuan- do veas que se pierde en el mundo la razón no la busques en la guarida polvorienta del filósofo: búscala en la tienda del guerrero, dominador de pueblos, ó en el palacio del allegador de caudales."

Y perdóname, Fernando amigo, que em- plee un estilo que calificarás de zumbón, y formas de planear comedias, en este histó- rico relato. Pesimista quizás, convienes con- migo en que no merece el asunto mejor em- paque y vestidura; quizás compasivo con la ancianidad, le permites imitar en sus mani- festaciones la ligereza de la infancia. De es tos dos criterios estimo por más justo el pri- mero, pues aunque muy entrado en años, tu amigo D. Beltrán no chochea todavía. Como viejo, he juzgado con tonos de broma la intriga, induciéndome á ello lo cómico E