Página:La estafeta romántica (1899).djvu/242

Esta página no ha sido corregida
238
B. PÉREZ GALDÓS

mundo nuevo, ¡y cuándo, Dios mío! cuando aper as hay tiempo ya para poder apreciarlo y disfrutar de sus hermosuras. Felipe y yo hemos vivido sin duda en el seno sombrío de una fatal equivocación. ¡Tan cerca uno de otro, y no nos hemos conocido, no nos hemos visto, no sabíamos ni que existié- ramos!

Al llegar á Carabanchel me arrojé en mi lecho sin querer ver á nadie, y lloré no sé cuánto tiempo lágrimas muy amargas. ¡Cuánto habría dado porque él las hubiera visto! Su figura claudicante, agobiada por el dolor, los blancos cabellos, el rostro exte- nuado, la respiración ansiosa, se representa- ban no sólo ante mi imaginación, sino ante mis ojos. Toda la noche me tuvo la visión en un estado de angustia contemplativa, y aun hoy, en pleno día, no ha cesado de acosar- me. ¿Será esto romanticismo? Sólo sé que es verdad. Y la verdad romántica, es la re volución desencadenada en nuestras al- mas, el pueblo que se encrespa, los tronos que caen, la pequeñez volviéndose gran- deza... No sé lo que digo. Comienzo á des- variar, y suspendo mi escritura. Me tengo miedo.

Mis penas, en vez de disminuir, aumen- tan. Mi paz no aparece. ¿Volveré á Madrid? ¿Me arrojaró á los pies de Felipe? ¡Cuánto da- ría por tenerte á mi lado para que inmedia- tamente me respondieras á esta consulta! Yo me consulto, y no sé qué aconsejarme. Estoy loca. Sólo sé sentir; pensar no pue.