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LA ESTAFETA ROMÁNTICA

fermedad grave, la muerte quizás. ¡Y ello seria por mi culpa! Amada mía, no le digas esto à Fernando: confidencias tan delica- das, tan intimas, son exclusivamente para ti. Sólo las mujeres entendemos esto.

Sabado. Llega Cortina y me dice que la situación moral de Felipe es la misma; que debemos esperar á que la benéfica acción del tiempo le restituya á su ser normal. Me re- comienda, dando á entender que obra por ins- piración propia, pasar unos días en la quinta de mi tía Consolación en Carabanchel. Al pronto, acepto con regocijo la idea que abre un paréntesis en mi ansiedad, y me saca de esta atmósfera de panteón ó presidio; pero luego me nacen en el alma energías de pro- testa contra tal viaje, que se me figura una forma delicada de expulsión. Cierto que mi salud exige descanso, cambio de aires, y en ello insiste D. Manuel, añadiendo que inten- tará convencer al Duque de la conveniencia de buscar distracción y recreo en el campo. Es probable que pase un par de semanas en la Encomienda, y el mismo tiempo debo yo permanecer junto á mi tía. Accedo á todo: me invade la obediencia, sobreponiéndose á todas las fuerzas de mi espíritu. Me siento máquina...

Dentro de una hora saldré para Caraban- chel, donde espero recobrar mis facultades dispersas. Aguardad un día, dos, y recibiréis la verdadera expresión personal de vuestra .amantísima-Pilar.