Página:La estafeta romántica (1899).djvu/232

Esta página no ha sido corregida
228
B. PÉREZ GALDÓS

calma, sin que Felipe me vea, sin que pro- nuncie una palabra delante de mí. Ni me habla, ni me mira, ni me injuria, ni me ma- ta, ni me perdona. Esto es horrible. El buen letrado me ha dicho que espere. Hoy no vi- no á verme, y su ausencia pone el remate á mi tribulación. Mañana rompo esta cárcel de silencio y soledad en que estoy metida: necesito una palabra de mí esposo, cualquie ra que sea; necesito mi libertad, cueste lo que costare.

Dicenme que Felipe no está en cama; que no recibe ninguna visita, ni aun la del mé- dico; que pasa los días sentado en un sillón, ó paseándose en su cuarto; que no prueba la comida; que escrite cartas larguísimas y las rompe... No sé qué daría yo por saber si pregunta por mí. Recados suyos á mi calabo- żo no llegan. Yo repito los míos esperando- respuestas que no vienen, que no quieren ve- nir por más que las llamo. Lo único que me dice Pantoja es que el señor asegura que no está enfermo, que apetece la soledad, que despide á sus servidores con expresiones de bondad flemática. Me asombra saber que no riñe, que no se impacienta por cualquier motivo baladí, que no alza la voz para dar sus órdenes; esto me inquieta más, porque un cambio tan radical en su carácter indica trastorno profundo. La magnitud de la im- presión, la sorpresa y dolor han desquiciado su naturaleza, revolviéndola y agitándola desde lo más hondo á lo más superficial. Lo peor será que tras esta crisis venga una en--