Página:La estafeta romántica (1899).djvu/220

Esta página no ha sido corregida
216
B. PÉREZ GALDÓS

al fin salga yo de este infierno? Tremenda es la boca de salida, y el dragón que la guar- da quiere devorarme; pero le arrojo mi repu- tación, mi dignidad si es menester, y mien- tras su glotonería se satisface, me escapo, agarradita á la mano del gran Cortina. Al fin siento algo de sueño, más bien ato- nía cerebral. Me acostaré, figurándome que voy á dormir; mas con mi engaño no engaña- ré las horas. Hasta mañana.

Martes Pásmate: he dormido; he desper- tado con la impresión de un sueño muy bo- nito. Fernando y yo visitábamos la Alham- bra, paseándonos solos por sus patios y estancias, agarraditos del brazo... Serian las ocho, cuando comulgué en mi capilla, después de confesarme. Gran consuelo han sido para mí los actos de religion, y a ellos -debo la serenidad con que aguardo mi sen- tencia. Humillándome ante Dios y sometién- dome á su soberana voluntad, he fortalecido mi alma, he serenado mi conciencia. Y pues mis faltas no pueden desaparecer del tiem- po, venga la nueva, la real situación que la propia falta impone. ¿Qué ganamos con vi- vir en el engaño social, desempeñando men- tidos papeles, decorándonos con una opinión ficticia, y haciendo creer que somos lo que no somos? Cada uno es lo que es: bueno ó malo, tuerto ó derecho, cada sér represen- te su propio carácter. Apartémonos de la comparsa social, renunciemos á la fastidio- sa obligación de marchar á compás, hacien- do figuras más ó menos airosas. Lo que ca-