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B. PÉREZ GALDÓS

monics. Pero no participo de la candidez con que estimas favorables las calabazas. No, Mariquita, no: ese vendrá ahora contra la perla, haciéndose el inconsolable y buscan- do que ella le consuele; y la niña, con toda su bondad y dulzura, se cs volverá románti- ca, ó loca, que viene á ser lo mismo. Créelo: así será. Tu y D. José María sois muy ange- licales, y todo lo veis por el lado risueño y feliz. Enteramente angelical es esa idea tu- ya de que D. Fernando nos va á dar el ras- go de ausentarse para siempre, extremando su delicadeza. No, hija, no: basta que sea romántico, para de un contrario a lo que piensas. Verás como trata de aplicar á su descalabradura el ungüento prodigioso de Castro Amézaga, sabedor de que la niña lo administra bien y lo aumen- ta cada año.

Y a propósito de romanticismo, Mariquita mia, ¿estás en Babia? El que se ha suicidado en Madrid es Larra, un escritor satírico de tanto talento como mala intención, según dicen, que yo no lo he leído ni pienso leerlo. Las señoras, á sus quehaceres de casa, y si hay algún ratito libre, á buscar buenos ejem. › plos en el Año Cristiano. Déjame á mí de sá- tiras que no entiendo, y de literaturas, que siempre traen algún venenillo entre la hoja- rasca. Pues si: ese desdichado firmaba sus escritos, que no sé si eran en prosa ó en ver- so, con el apodo de Figaro, nombre de un barbero que hubo en Sevilla, según me dice Rodrigo. Se mató por contrariados amores