Página:La estafeta romántica (1899).djvu/218

Esta página no ha sido corregida
214
B. PÉREZ GALDÓS

me fuí, de sala en sala, arrastrando por los pavimentos esterados de fino junco la cola de mi vestido, sin que entonces ni después supiese yo la causa de aquella prolongación. de mi ropa, ni entendiese lo que me decía el extraño ruido que tras de mí iba dejando al andar. Pasé por obscuras estancias, por es- tancias iluminadas. En algunas conocía mis- cuadros y tapices; en otras ví objetos y adornos que no eran de mi casa. Llegué por fin á la sala de armas, donde encontré á Fe- lipe y á Fernando platicando de cosas de guerra, armas y ciencia militar, y si no me causó sorpresa verles juntos, tampoco me asombró que mi esposo y mi hijo hablasen. de asaltos de castillos, de combates encar- nizados, con espadas, lanzas y mosquetes. Todo me parecía natural, y el cariño y con. fianza que uno y otro se mostraban éranme tan gratos, que permanecí silenciosa y em- belesada el tiempo que tardaron en advertir mi presencia. Por fin, el señor Duque me pre- sentó á Fernando, y éste y yo nos saludamas con pausadas inclinaciones de cabeza, sin decirnos una palabra. Sin duda no era con- veniente que aparentáramos conocernos de muy antiguo, desde que él vino al mundo y yo inauguré la era de mis desgracias. El Duque me dijo que Fernando era un famoso capitán que entraba á su servicio, y que por tal servidor valiente de nuestra causa le re- conociese yo. Manifesté mi benevolencia con una sonrisa, ignorando todavía qué causa era aquélla en que nos había salido tan esforza-