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B. PÉREZ GALDÓS

que usted le hable. Yo prepararé el terreno poniéndole al corriente del caso fundamen- tal...» Algo te he dicho ya de este simpáti- co granadino, uno de los hombres más ad- mirablemente dotados para la vida social, para de ella la que ál llama Frutos de la civilización, pues posee todas las cualidades ó virtudes que inducen á la amis- tad, á la confianza, á las relaciones útiles. Es inteligente, sagaz, amenísimo en su len- guaje, extremado en la cortesía sin llegar á empalagoso; tresillista de primer orden, de los que no pierden la dignidad en las peripe- cias desgraciadas del juego; comensal deli- cioso por su gracia tanto como por su apeti- to de buen tono, y su mucho saber de arte culinario; hombre, en fin, que despunta ga- llardamente en la política, aplicándola á sus negocios con una habilidad nada co- mún. Su buena figura es la mejor ayuda de su talento en estas campañas. Salamanca será una gran personalidad del siglo, salga por donde saliere, ya se aplique á sumar voluntades, ya á multiplicar dinero.

¿Creerás que cuando vino á verme, ins- truido y aleccionado ya por nuestro buen amigo, le recibí con serenidad, sin que me turbara la idea de considerarle poseedor de mi secreto? Sus primeras expresiones, deli- cadas y de cierta ternura, me dieron más ánimos. Me senti valerosa, y abordando el asunto, le dije: «La bondad de Cortina me libra del trance duro de contarle á usted historias viejas que no sé hasta qué punto