Página:La estafeta romántica (1899).djvu/199

Esta página no ha sido corregida
195
LA ESTAFETA ROMÁNTICA


gocios. Cortina no me habló nada de mi asunto, naturalmente, y sólo en un ratito que estuvimos sin testigos repitió su prome- sa de darme la solución en el día fijado, recomendándome la serenidad y paciencia... Mis comensales y las señoras que vinieron después picotearon de politica, ya puedes suponer; algo de teatros y ópera, de baila- rinas y cantantes, engolosinándose al fin con un poco de chismografia social. Todo esto me aburría, pues no hay tema que no me parezca desabrido, insignificante, si le aplico las ideas revolucionarias que albo- rotan mi espíritu. ¡Oh, cuándo llegará eso que llamo mi tránsito, paso inevitable de una vida á otra! ¿Será como una muerte; será como una resurrección?

¿Imaginas tú algo más enojoso y abruma. dor que una vida en que tenemos que figu- rarnos y representarnos de otra manera que como somos? En esta existencia, amasada y recompuesta por la general simpleza, no solo nos es forzoso disimular nuestras faltas, sino también nuestro talento... la que lo ten- ga. No, no te rías. No habiendo recibido de Dios el don de tontería, es forzoso proporcio- narse una tonteria artificial. Yo he sido y soy una tonta de trapo; y aunque sé muchas cosas que he aprendido en mis lecturas (y otras que he cursado en mis desgracias), me revisto de una ignorancia deliciosa, que es el- encanto de mis amigas. No soy la única que adopta este sistema; pero si la más aprove- chada, la que sabe esconder con su disimulo