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LA ESTAFETA ROMÁNTICA

ga mía! Ahora podré fortalecerme con los sentimientos de madre, y prepararme una vejez dichosa y tranquila. Para llegar á esto, dije á Cortina que aceptaré los proce- dimientos que él determine, imponiéndome cuantos sacrificios sean necesarios, los cua- les estimo como una operación quirúrgica, con dolores transitorios. Venga todo lo que quiera. Hago en mí una revolución; destru- yo lo pasado y fundo un regimen nuevo.

Cuatro largas horas duro la conferencia, pues en la segunda parte, cuando ya me ha- bía serenado y abordamos la cuestión le- gal, hízome una exposición clarísima de las diversas soluciones que podían darse al asun- to, según la cantidad o extensión de escán- dalo que yo afrontar quisiera. Sin ningún ruido, y guardando el secreto, es imposible que mis deseos tengan satisfacción. Si con- siguiéramos (y él hablaba en plural como haciendo suyo el asunto) conquistar á Feli- pe, tendríamos andada la mayor parte del camino. ¿Pero quién es el guapo que con- quista á mi señor? Examinando esta dificul- tad mostró Cortina más confianza que yo. Según él, los hechos consumados, irremedia- bles dentro de la Naturaleza, tienen fuerza colosal para domar las voluntades más re- beldes: De seguro hará Felipe demostracio- nes imponentes, de gran aparato, más escé- nico que real, y acabará por rendirse, pres- tándose á un arreglo que evite el escándalo.

A mis aspiraciones, demasiado ambiciosas, de que Fernando posea todo mi bienestar