Página:La estafeta romántica (1899).djvu/192

Esta página no ha sido corregida
188
B. PÉREZ GALDÓS

te, el amigo y el ietrado, he tenido que vol- car la sagrada arqueta hasta dejarla vacía, echando fuera todo, todo, lo bueno y lo ma- lo, no reservando ni nombres de personas, nada absolutamente de lo que he sentido, de lo que he pecado, mis artificios y sutilezas para ocultar mi falta, así como mi firme re- solución de unirme á quien tiene derecho á mi amor y mi vigilancia. Todo lo sabe: sabe algo que tú ignoras, porque aún no ha sido ocasión de decirtelo; pero te lo diré.

Entré temblando en el despacho de Corti- na: yo le había prevenido que tenía que ha- blarle de un asunto en extremo delicado, con- tando con su caballerosidad, y reclamando una audiencia larga, de un par de horas lo menos. Mas estas ideas que mandé por de- lante, como batidores que me despejaran el camino, no me salvaron del grande apuro de romper en mi declaración. Los primeros mi- nutos, querida mía, fueron horribles. Un ac- ceso de llanto y la exquisita bondad de mi letrado confesor sirviéronme como de puente para salvar la parte más escabrosa. Después me sentí en terreno llano, y pude continuar con desahogo, adquiriendo poco a poco el do- á minio de las ideas y de la palabra, el cual en la última parte fué ya tan grande, que te habrías maravillado de oirme. Ayudába- me D. Manuel anticipándose con gran pers- picacia á mis juicios y aun á la referencia de los hechos... Es también adivino, y me trazó el cuadro de mis tormentos antes de que yo se los manifestara. ¡Qué alivio, amí- > 1 }