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LA ESTAFETA ROMÁNTICA

quisiera. Tenemos la satisfacción de que no se han visto por acá funerales más lucidos; no los llevara mejores ni con más decoro de personal un infante de España, y si nuestro pobre Don Gastón los viese, él, tan amigo de la pompa en los actos públicos, habría quedado muy satisfecho. Por causa de sus achaques no pudo asistir el prelado de Tara- zona; pero nos escribió una dulce y conso- ladora carta, que nos fué de grandisimo con- suelo, por su ausencia. Nada quiero decirte de la hermosura y alteza del túmulo, ni de la prodigiosa cantidad de cera que en torno de él ardía, dándole apariencias de monte de plata y oro refulgente: en ello puso sus cinco sentidos nuestro buen párroco D. Mateo Palo- mar, que mandó construir la carpintería del catafalco, y colgó en ella los paños más ri- cos, con bordados y flecos, que facilitan las monjas de la Trinidad de esta villa. En fin, Mariquita mia, que todo se ha hecho no- blemente, como nos correspondía, y Rodri- go y yo estamos muy aliviados de nuestra tristeza con la satisfacción de haber cumpli- do este deber, sin que nos duela el excesivo dispendio ante tan sagradas obligaciones. Rodrigo, que lleva cuenta minuciosa de todo, me ha dicho que sólo la traída de los canto- res de Tarazona y el emolumento de los de aquí monta mil trescientos veintisiete rea- les... A este respecto, figúrate lo demás.

Bien comprendes que no habré estado ocio- sa estos días, pues he tenido que poner mesa para todos los señores dignidades, canónigos