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LA ESTAFETA ROMÁNTICA

hecho; los que pedí para embellecer y amue- blar el palacito de Balsaín, ¿dónde han ido á parar? Ya no compro cuadros ni abanicos; más bien vendo. Mi marido se asombra de mis aptitudes mercantiles; todo le parece bien menos que él ignore en qué empleo mi dinero. Poco antes de salir, sintiéndome ya colérica y á punto de dispararme, le dije que bien puedo dar á las rentas de mi patrimonio la aplicación que mejor me acomoda. Natu, ralmente, no se conformó con esta teoría. Es el esposo; no me priva de lo mío, pero tiene derecho á saber... Ya viene, siento el coche. Adiós, mi amadísima. Mañana, si me deja este monstruo de curiosidad, repetiré... Mil y mil besos.-Pilar.

Miércoles. No tengo tiempo más que para cerrar ésta, después de añadir cuatro pala- britas. Mi pariente, en todo el esplendor de su impertinencia. Ha faltado poco para que le tire á la cabeza una tetera de porcelana. No puedo más, no puedo más. Mañana ha- blare con Cortina. Dios me fortalezca y á él le ilumine.

Con la prisa no te dije que mi alegría fué grande al leer en tu carta que habías revela- do á Fernando mi nombre y demás... ¡Lo que lloré aquella noche!... ¡Ay, bien lavadi- tos tengo ya mis pecados! No son flojos ríos de lágrimas los que he derramado sobre ellos.

Hoy, escribiendo corto, también soy tos- tada... Me achicharra este hombre.