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B. PÉREZ GALDÓS

cansa de esperar, y el amor que te tiene se convertirá en aborrecimiento, en menospre. cio de tu necedad. Abur, amigo. Esta carta no la firmo, para que no te des tono con ella. Sólo pongo—La misma.

XXIV

De Pilar á Valvanera.

Madrid, Julio.

Amada mía: Hoy está Felipe de malas, quiero decir, de peores, suspicaz y fiscaliza- dor como nunca, queriendo meter en todo sus robustas narices. Aprovecho su ausen- cia, que no puede ser larga: ha ido al Minis. terio de Estado y volverá pronto, para que su víctima no descanse ni respire...

Bueno: me corre por el cuerpo toda la electricidad de una mediana tormenta. True- no y relampagueo. Debo decirlo al revés: primero el relámpago... Creo que mi excita- ción sube de punto con el júbilo de saber que tu niño está ya fuera de peligro. ¡Qué dias he pasado! Bendito mil veces sea el Señor que te le conserva, y á mí me da este gran con- suelo. Mi alma, que há tiempo mora en Vi- llarcayo, vuelve acá de un vuelo cuando la necesito, y ha estado trayéndome y lleván- dome recaditos con las alas de mi ansiedad. Ahora la mando otra vez para allá, con las alas de mi amor, para decirte que ese plan