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LA ESTAFETA ROMÁNTICA

piadosos, que la llevaron al ospital de Mi- randa, y colorin colorao: no sé más.

Valdría más que no me dejaran leer no- velas, porque aora, si no leo las invento, y se me a metido en la cabeza que esa que parece gitana es tu novia, la que fué tu no- via. Pero quizás sea un disparate muy gor- do lo que se me ocurre. No agas caso. De- metria es de opinión que no debemos decir- te nada de esto; yo creo que conviene que lo sepas, por si son gente perdida que se lleva alguna idea mala contra tí. Yo me figuro que si la gitana es ella, uno de los ombres es el marido, y que van todos disfrazados con las caras pintadas, para robarte y matarte después. Yo que tú, si parecen por aí, daría parte à la justicia, para que les métieran a los tres en la cárcel. Yo veo un complot como el de Valeria y Beaumanoir, cuando la novia que izo la gran traición se une á los ungaros... en fin, ya no me acuerdo.

¡No me a costado pocas fatigas escribir esta carta sin que se enteren mi ermana y mis tios! Te la mando con Sabas, que oy vuelve á Villarcayo, para que tú dispongas si sigue ó no sigue á tu servicio. Con el mandamos á Doña Valvanera cuatro orzas de mostillo, orejones y tres pares de palomas de la nueva raza que nos an traído, blan- quitas, chiquitas, con la cola como un aba- nico. Cuando las veas acuérdate de lo que te digo. Que te decidas y no agas más el Ér- nesto de Melville, que se al estanque de puro loco. Mira que ya la que te ama se