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LA ESTAFETA ROMÁNTICA

yormente cuando con ella te carteas tan a menudo. Yo soy quien debo pedirte á tí noticias de mi desgracia la hermana, pues siempre fuiste tú su amiga y confidente. ¿A qué sales ahora con la falsa tecla de que no sabes de ella y temes por su salud? Sea lo que fuere, te diré que directamente nada sé de Pilar; pero por referencias me consta que está buena, mas con la grandísima pe- sadumbre de haber perdido á su criada Jus- tina, su mujer de confianza; la que poseía todos sus secretos, que no debían ser pocos, según mi cuenta. Yo también he sentido á la pobre Justina, mujer de una lealtad á toda prueba, reservada y discretisima, como co- rrespondía á quien consagra su vida al ser- vicio reservado de una señora como Pilar. Pues bien: cuando cayó enferma Justina, fué á verla Jerónima, su hermana, que, como sa- bes, reside en Cintruénigo, y al volver me dijo que Pilar menudea cartas contigo, y que cada semana te emborrona cuatro plie- gos. Con que... ten cuidado, Valvanera, ten cuidado: ya ves qué pronto te he cogido en una mentirilla... Es que sois tontas de re- mate; yo soy lista, muy lista, aunque me esté mal el decirlo, y ninguna simplona como Pilar y como tú, cada cual por su es- tilo dañadas de romanticismo, ha consegui- do engañarme nunca. Nadie me iguala, pue- des creerlo, en descubrir en la menor pala- bra, en cualquier frasecilla insignificante, la punta de un hilito. No puedes figurarte has- ta qué punto sɔn sutiles mis dedos para co-