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LA ESTAFETA ROMÁNTICA

propio de D. Blas; habla tú de esto con Juan Antonio y dime lo que resolváis, sin olvidar- te de mandar las cuatro onzas consabidas. Puedes entregárselas á Capistrana, á quien di el encargo de comprarme y remitirme un buen carnero merino y doce ovejas.

Mejor informada de lo que yo creía estás en el asunto de la proyectada boda de Ro- drigo con la niña de Castro-Amézaga. De lo sucedido el otoño último, cuando fuimos á vistas, te enteraría tu padre, de seguro pin- tando las cosas con exageración y un poco de mala fe. ¡Dichoso D. Beltrán! Dios me le perdone; no puedo menos de atribuirle algu- na parte de culpa en el desgraciado giro de aquel proyecto. No hubo tal desaire, ni ma- nifestación de desagrado por parte de la en- tonces mayorazga: al contrario, bien nos demostró que apreciaba en todo su valor las prendas morales de mi hijo, su nobleza y virtud, y que las físicas le causaban impre- sión favorable, fundamento de un honesto cariño. Todo habría concluído felizmente si no mediara la envidia cculta, que por medio de cábalas y manejos viles procuró el de- precio de la moneda legítima para poder pa- sar la falsa. El proyecto se malogró por en- tonces, perdiendo más en ello Demetria que Rodrigo. Pero tengo el gusto de participarte, para que hagas correr la noticia, que reanu- dadas las negociaciones hace dos semanas, presentan un semblante lisonjero. Escribió mi hijo á la señorita de Castro reiterándole su anhelo de hacerla Marquesa de Sariñán, y