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B. PÉREZ GALDÓS

ra que le mandes nuevos engaños como ese. Y hablando de otra cosa, que por cierto no es nada grata, tengo á la niña mayor malita. Se nos constipó ayer en el ensayo, porque teníamos todo abierto por causa del calor, y debió de sofocarse interpretando con demasiado brio la escena de Doña Irene con-| D. Diego. Me faltó tiempo para meterla en cama: la tos me la ahoga. Ya nos tienes á todos con el alma en un hilo... En fin, dice el médico que no es nada; pero yo no me fio, conociendo la propensión de estos chicos á las afecciones pulmonares. Desde que perdí á mi Angel, tiemblo cuando les oigo toser. A estos dramas de la salud de mis hijos les temo más que a los otros, pues no puedo ahuyentarlos a escobazos. Empiezan con la tos; luego la calentura, que ni sube ni baja; siempre lo mismo dias y días, consumién- dose, perdiendo las carnes. Cada catarro de mis hijos es una ansiedad mortal de cuatro ó cinco semanas. Toda la fortaleza quiso Dios que fuera para los padres, que somos dos ro- bles; fortaleza que sin duda nos es necesa- ria para soportar las dolencias de la familia.. menuda. Y el pequeñin no anda bueno tampo- co. Toda la noche se la pasa en un sudor; está triste; no tiene apetito; se le va desmejorar por días. Gracias à la riquísima leche que aquí tenemos y á los sanísimos aires de este país, les voy defendiendo. Por su salud ofrez- co al Señor la mía; pero á Dios no le convie- ne el trato, y sigue quitándoles porciones de vida que á mí me da. El se sabe lo que hace.