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B. PÉREZ GALDÓS

vicio se haría á la sociedad suprimiendo ta- les invenciones, que no sirven más que para dar malos ejemplos à la juventud. Cierto que Fernando me arrojó á puñados los rayos ¡y centellas de su exaltación caballeresca y dramática; pero yo no me dejé cegar, ¡bue- na soy yo!, y con fria calma, razonando con el juicio que Dios me ha dado, le solté todas las andanadas del buen sentido, del respe- to que debemos á las leyes y prácticas socia- les. Como esto no era bastante, saqué tam- bién mi Cristo: dijele que te morirías de pena si él, por meterse en lances de poesía tea- tral, comprometía su existencia, su opinión, aquel honor mismo que invocaba; añadí que todo escándalo que por tales violencias so- breviniera, además de herirle á él y menos- cabarle, á tí principalmente habría de las- timar... y ante esto vi que flaqueaba sufe- nacidad quijotesca. Si no era ya mío, era tuy y esto me bastaba. En fin, para no cansarte, me prometió no salir de aquí sin darnos de ello conocimiento, y que no bus- caría el drama, concretándose á proceder como caballero si el drama le buscaba á él. Así hemos quedado: está más tranquilo, y yo también. ¿Vendrá el drama? Pues si vie- ne, algo se me ocurrirá para espantarlo. Por de pronto nos recreamos con la dulce come- dia de Moratín. Hoy han vuelto á ensayar, y Fernando, recobrando su aplomo, nos ha hecho pasar un rato agradabilísimo.

Es tarde, mi buena Tostada. Mañana con- tinuaré.