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B. PÉREZ GALDÓS

que no se ha armado floja revolución en la casa con sus dulces encargos. No sintiéndo- se bastante fuerte en sus conocimientos la señora Demetria, reunió concilio de auto- ridades, que bien puedo llamar ecuménico por la muchedumbre de eminencias que concurrieron. Las de Alava fueron las pri- meras en penetrar en aquellas salas vastisi- mas, y al instante trabaron una tan fuerte controversia escolástica con mi hermana so-- bre el punto del punto que se debe dar al dulce de tomate, que hube de retirarme medio loco. Acudieron también al cónclave,. llamadas por Demetria, dos monjas exclaus- tradas de esta localidad y de Vitoria, maes- tras en toda suerte de dulzuras, y si le digo á usted que tres tardes con sus respectivas. primas-noches gastaron en dilucidar los pro- blemas, invocando éstas las tradiciones con- ventuales, aquéllas la experiencia de unas y otras casas, no me tenga por bipertólico. De los estados de Paganos y Samaniego, y aun de la remota Bastida, vinieron labradores. viejos, cuyo dictamen y luces se estiman indispensables para determinar las mejores tierras y el abono más adecuado á los tira- beques, así como para la elección de simien- te, etcétera, etcétera...

He aquí, señor mío, que entran las dos es- trellas matutinas de la casa trayendo cada cual el papelito que debo incluir en ésta. El de Demetria viene abierto para que yo lo lea. y le dé mi exequatur antes de enviarlo á su destino. El de Gracia llega cerrado con ta-