Página:La estafeta romántica (1899).djvu/136

Esta página no ha sido corregida
132
B. PÉREZ GALDÓS

porta. Pues la hazaña de Fernando al sacar à la niña del cautiverio de Oñate, con riesgo de su vida, bien merece el desenlace, el di- vino coronamiento de esta unión. Dime que sí. Aquella página hermosa, aquel viaje por los montes infestados de facciosos, la muerte del desgraciado padre, la herida de Fernan- do, que se nos quedó cojito, prisionero de sus protegidas, ¿qué son más que trámites de la grande obra de la Providencia? ¿Y la abrega- ción con que el caballero, abandonando sus amores (buenos ó malos, que eso no hace al caso), se convierte en paladín de dos mucha- chas desconocidas, no significa nada? ¿Pues y la nobleza de su proceder en todo el camino, su delicadeza y solicitud, la gratitud de las niñas, la entrañable amistad que entre ellos ée establece, no nos dan á conocer el arte su- blime con que Dios elabora sus obras maes- tras? ¡Ay! quisiera ser poeta para poner en versos magníficos aquella peligrosa y al cabo feliz aventura, composición que les en- tregaría, diciéndoles: «Héroe y heroina, Dics os ha juntado en este hermoso poema, por-| que quiere haceros fundamento de una ge- neración que reúna la voluntad y la inteli- gencia. No falta más que una estrofa, que vais á escribir ahora mismo.>>

A todo trance, mi amada Valvanera, es pre- ciso que el Caballero de Aránzazu (mira qué título se me ocurre) no se acuerde más de la catástrofe de Bilbao, ni de la condenada diamantista, que noramala vaya. Tráemele pronto, por tus hijos te lo pido, al terreno en