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B. PÉREZ GALDÓS

pegue nada. La tiene en forma y distribu- ción de papeletas clasificadas. Para cada tema que surge, su papeleta correspondien- te. ¿Se habla de teatros? papeleta. ¿De moral, de matrimonio, de religión, de política, de viajes, de ornato público? Pues allá va la cédula. A mí no me des entendimientos de esta condición. Ya comprenderás que quien piensa por papeletas, en las acciones procede de un modo semejante, y ha de ser formulis- ta, esclavo de la letra de ordenanzas y re- glamentos. En esto nadie le gana á mi Feli- pe, naturaleza de tal modo conformada, que halla su felicidad en el fastidio. El fastidio, hablando por papeleta, es su elemento... ¡Si al menos hubiera yo podido lograr una separa- ción decorosa! ¡Que si quieres! ¡Para sepa- raciones está el tiempo! Felipe no puede vi- vir solo; le soy necesaria. No se halla sin mí: soy el agua salada para ese pobre pez. No viéndome aburrida, no ejercitando en mí su vigilancia, no interviniéndome en todo y por todo, se muere de asfixia. Ya ves qué sino el mío... Pues mira tú: por ley de cos- tumbre, y no insensible á la obra del tiem- po, he adquirido resignación; sé ya lo que no sabía: aceptar mi pesada cruz y subir con ella. Lo haría fácilmente quizás si estuviera libre, quiero decir, si no me llamara mi ór- bita como me llama, la intima, la que es á un tiempo ilegal y sagrada, la mía.

En justicia, debo añadir que de algún tiem- po acá Felipe me mortifica menos, y que ya sea porque he ganado fuerzas, ya porque la