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LA ESTAFETA ROMÁNTICA

te no aportará más por aquí; se irá á su na- tural centro, que es Madrid, donde pocas per- sonas tendrán conocimiento de su descala- bro, y podrá dorarlo y desfigurarlo con una mano de romanticismo. Por todo lo cual, querida Juana, estimamos más favorable que adversa la livianísima conducta de esa in- glesa-italiana que de un modo tan odioso ha burlado al buen caballero. ¿Nos dejará el campo libre? Así lo creo. Falta que nuestra adorada perla y mayorazga entre en razón, y nos rinda su arisca voluntad. Así lo pe- dimos á Dios en nuestras oraciones mi her- mano y yo, confiando en que Su Divina Majestad no nos llevará de esta vida sin que veamos unidas las gloriosas casas de Idiá- quez y Castro-Amézaga.

José María me encarga te exprese todos los rendimientos de su fineza y buena me- moria, anunciándote que en cuanto le des- aparezca el achaquillo de la mano derecha, escribirá largo al Sr. D. Rodrigo. A éste darás de mi parte el abrazo más apretado que puedas... Se me olvidaba decirte que sentiré mucho se confirmen tus temores res- pecto á tu desquiciado suegro, el pobre Don Beltrán. ¿Pero es cierto que su desatino ha llegado al extremo caso de abandonaros, es- capándose como un colegial, y corriendo á tierra de Teruel en busca de dineros?... Ya dije yo, cuando vino acá con vosotros, que el pobre señor no rige ya de la cabeza... Que Dios le conserve y le guíe y le enri- quezca, cosa esta última bien distante de