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B. PÉREZ GALDÓS

recomendaciones de olvido. Desconocedor de la enfermedad, te receté un disparate. Confirmado está plenamente que hubo coacción horrible y un complot pérfido, fun- dado en la falsa noticia de tu muerte, que supieron presentar como hecho indubitable. Quien esto me ha dicho, y de ello da fe, sos- pecha que también hubo amenazas, imposi- ción por el miedo. La extremada sensibilidad de la pobre niña, y la viveza de su imagi- nación, dan verosimilitud á esta sospecha. Tenemos aquí, pues, un caso sumamente grave, y yo desafío á los inventores de dra- mas románticos a que saquen de su cabeza uno como éste. Escucha sin temblar: todos los artificios de los secuestradores de la Negretti no lograron impedir que el mes pasado se enterase del monstruoso engaño, por confidencias de una criada joven, de una criada vieja... no estoy bien seguro de la edad de la confidente. Ello es que Aura se volvió loca, es decir, loca enteramente no: llamémoslo trastorno, rabia, furor insano contra sus embaucadores. Apelaron á todos los medios para tranquilizarla: medicinas, recreos, pláticas de clérigos más o menos elocuentos, sin obtener más que la exaspera- ción de su mal, y, por último, no tuvieron más remedio que llevársela á la ferrería de Lupardo, y encerrarla allí, bajo la vigilan- cia de su tía Prudencia y de José María Arra- tia, el mayor de los tres hermanos, que casó hace poco con la chica de Busturia. Pero más que la vigilancia y el cuidado de los 108