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LA ESTAFETA ROMÁNTICA

con los quehaceres continuos. A veces, obser vándola bien, como lo hago yo, se ve que asoma por entre el tráfago de sus ocupacio- nes una puntita de tristeza; pero la picara se da prisa á meterla para adentro, temerosa de que se la descubran. Esta es Demetria. Yo, que la conozco, la creo capaz de estar así toda la vida, al menos toda su juventud, si Dios Omnipotente no produce en ella una feliz mudanza.

También te digo que en las dos cartas que aquí se recibieron del sujeto, escritas en Me- dina y Villarcayo, no hay nada en que se pueda vislumbrar oposición al plan que creí. mos realizable con las dichosas vistas: lei las tales cartas, como las contestaciones de acá, y te aseguro que no contenían más que las finezas propias de una amistad respetuo- sisima, expresadas por él con gallarda plu- ma, por ella con frialdad cortesana y muy decorosa, como de joven soltera que tiene ca- bal idea de los comedimientos de palabra y de escritura que le impone su estado. Y di- cho esto, querida Juana, paso á comunicar- te la novedad que motiva principalmente estos renglones, y que no es otra que las tremendas calabazas que ha dado al sujeto su novia, una tal Aura, que dicen es mestiza de italiana é inglesa. Ya sabes que el caba- llerito tenía con ella compromiso, y aún creo que mediaba palabra de matrimonio. Ello es que al llegar á Bilbao, donde residía la niña con unos tutores ó no sé qué, resultó un gracioso paso de final de comedia. Entré