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B. PÉREZ GALDÓS

sembrarlos en el menguante de este mes. Otrosí, que añada instrucciones sobre el sis- tema de cultivo y tutores que ahí se em- plean para esa planta, comunmente viciosa y de altísimas guías. ¿Enterado?

Pues allá va otro encargo: receta para hacer dulce de tomate, que es una de las más sabrosas especialidades de mi señora Doña María Tirgo: riquísimo lo hacía una monja de Medina de Pomar; pero ya se ha muerto, llevándose el secreto de su arte. Que añada si se mezcla ó no con ciruela, pues entiende mi castellana que el tomate dulce de Doña María tiene algo de trampa. Las ciruelas de aquí son excelentes, y si hay mezcla no se duda del buen resultado. De paso... (y aguante usted el nublado, mi se- nor D. José María), que á la receta antedi- cha agregue Demetria la que usan en esa noble casa para hacer el incomparable mos- tillo que han podido gustar, mas no imitar, los amigos que de regalo lo han recibido. La señora de Castro-Amézaga, madre de las ni- ñas reinantes, elevó el crédito de los mosti- llos de esa casa à colosal altura. Si no hay receta escrita, habrá en la familia tradicio- nes, que Demetria conservará religiosamen- te. Y si á la dignación de mandar las semi- llas y las recetas añaden las señoritas la prontitud, el favor será doblemente agra- decido.

¿Quiere usted más, mi buen D. José Ma- ría? Pues no hay más, sino que deseamos á usted y á su hermana y las niñas toda la fe-