Página:La emigración española a Chile.pdf/31

Esta página ha sido validada

España profunda y amarga. España “jonda” y adolorida. Alegre por bulerías. Melancólica y cadenciosa en la farruca. La España de nuestras entretelas que se nos ha ido quedando en el gesto que acompaña y subraya el verbo. En el mirar de frente mientras la mano insinúa el “engaño” con el trapo. En el saber nadar y guardar la ropa.

Le robo las palabras a Lorca y a Ontañón para poder decir que España es nuestra Madre Anfístora[1] Síntesis de ánfora de barro que recibe, que acoge y que protege y de fístula que jode y te hace la puñeta. En la imaginación galopante y efusiva del poeta, Anfístora es “la mujer que está en ese vértice afiladísimo en que converge lo encantador, lo exquisito y lo grotesco, lo risible. La maravilla estética y la exaltación de lo cursi.” Tan cercana a la fineza cristalina y simple de Juan Ramón Jiménez, como a las churretosas fotos de la vida social del “Hola”.

They are there because you were here o el sempiterno baile de los que sobran

El ojo que ves no es
ojo porque tú lo veas;
es ojo porque te ve.

Han venido desde siempre. Desde entonces y hasta ahora. Durante casi cinco siglos. A veces más. A veces menos. A veces solos, sin más lazos que la esperanza de encontrarla. A veces en familia; padre, madre y perro ladrador. De más al sur o de más al norte. Gentes de mar y de tierra adentro. Guerreros y poetas. Labradores y alfareros. Obreros y licenciados. Hombres y mujeres. Muchos trajeron sus oficios. Otros su saber para sembrarlo en tierra fértil. Algunos solo traían hambre y ganas de no tenerla.

Fundaron ciudades y se asentaron en ellas. De norte a sur y de la cordillera al mar. Desde el desierto fecundo en minerales hasta la pampa magallánica, sembrada de ovejas. Se quedaron y se fueron aquerenciando. Se aclimataron y se fueron enraizando. Llegan pensando en volver, pero se van quedando. Sueñan, quizás, con fabricarse unas alas enormes que les ayuden a volar hasta el terruño, pero irremediablemente IBERIA los deposita en paisajes que ya no son los suyos, en caminos que nunca recorrieron, en casas que jamás habitaron.

De esas ciudades asentadas sobre la cuadrícula española, de esos pueblos de casas mirando al patio a la usanza andaluza, de esas tierras que aprendieron a

  1. Ver La Luna n° 1 (Santiago Ontañón, artículo) y La Luna n° 30 “Anfístora en su lecho de rosas desesperado de un sueño de trinta lunas” (Santiago Ontañón, guache)
31