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a tallar la atracción. Una vez asumida la necesidad imperiosa de partir, surge la pregunta ¿a dónde?

La atracción que ha ejercido siempre América sobre los españoles, sobre todos los españoles que en el mundo han sido, es, en el fondo, en la profundidad emocional del imaginario, la misma: ser la “otra España”; la “nueva España”. Otra, en tanto que distinta, pero reconocible. Nueva, en tanto que está libre de las taras y rémoras de la vieja. La atracción que ejerce América sobre los españoles viene dada por la posibilidad de emigrar hacia una España mejor. Por la posibilidad de no irse del todo. De mantenerse en el marco de una lengua común. De ampararse en el mismo Libro. De rezar y blasfemar en la misma lengua de origen. Pero dejando atrás el hambre, las vicisitudes políticas, las restricciones, la falta de expectativas .... Dejando atrás las “caenas” peninsulares para trocarlas por la promisión de una tierra por hacer.

La emigración en la Historia

Pero dejó el camino provechoso,
Y, descuidado dél, torció la vía,
Metiéndose por otro, codicioso,
Que era donde una mina de oro había,
Y de ver el tributo y don hermoso
Que de sus ricas venas ofrecía,
Paró de la codicia embarazado,
Cortando el hilo próspero del hado.
[1]

La emigración española a Chile, como al resto de América, es fundacional. No hay Chile sin la llegada de los españoles. No sería lo que es. No habría sido. O, habría sido otra cosa. Pero este Chile que nos ha tocado en suerte y que es el único que tenemos, para bien o para mal, para mejor o para peor, es profundamente español. Heredero, por el quinto de libre disposición, de la España de las Tres Culturas. De la España castellanovieja y castellanonueva. De la España comunera, de la España mora y de la España judía. También de la España Negra, de la España del “jambre” con jota andaluza y jonda porque de “jambres” y buñuelos de viento sabemos los chilenos una “jartá jorrorosa”. También de la España Republicana, de la España del exilio, del desarraigo y de raíces cortadas de cuajo y también de esos dolores del alma, de esos pesares de ausencia, sabemos los chilenos hasta el hartazgo. También de la España postmoderna, relativa y relativizante. De la España del capital políticamente correcto. De la España de Telefónica, de Aguas de Barcelona, de Huarte, Dragados, Cubiertas MZOV, Sacyr .... Somos hijos, nietos y biznietos – legales y bastardos – de todas las Españas.

A este país del sur del Sur, larguirucho, accidentado y que se nos va escurriendo poco a poco hacia la Mar Océana, los españoles empezaron a llegar a mediados del siglo XVI, desde la Ciudad de los Reyes, por el Norte, cruzando la cordillera, con el afincado presentimiento de estar cabalgando hacia el fin del mundo. Primero fue Diego de Almagro[2] el que abrió camino,

  1. Ercilla y Zúñiga, Alonso. La Araucana. Canto Segundo
  2. Ver Fanjul, Serafín. Los de Chile. Libertarias/Prodhufi, 1994
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