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“Tras el fin de la Guerra Civil, el gobierno franquista impuso todo un entramado destinado a borrar de la sociedad y aun de la propia memoria de los afectados toda huella de sus ideales de libertad y democracia. La represión impuesta ofrecía pocas alternativas para los que no pudieron huir al exilio: cárcel, muerte o silencio.”[1]

Efectivamente, no todos los que, con mayor o menor grado de activismo, habían estado con la República o, al menos, no a favor de los sublevados, pudieron o quisieron salir de España al perderse la guerra. Incluso, algunos de los que salieron a Francia, al acercarse a pasos agigantados la posibilidad de una Guerra Mundial, volvieron. Bien porque pensaron que una situación como esa, daría al traste con el gobierno del General Franco, bien porque simplemente “no querían mas guerra” o, en cualquiera de los casos anteriores, porque nadie podía ni tan siquiera imaginar lo que sería la posguerra en España; la posguerra española, así sin guión y sin te.

Por otra parte, el “milagro” de la autarquía franquista no supo, ni pudo multiplicar los panes y los peces y no dio para todos. Tampoco supo ni pudo hacerlo la llamada “estabilización económica” incluido Bienvenido Mister Marshall. En definitiva, sobraban españoles en España. Sobraban los que no tenían trabajo y se echaban a sobrar los que llevaban demasiado tiempo callando.

Entre finales de los ’50 y mediados de los ’70 se genera en España una corriente migratoria que tiene su punto más alto entre 1961 y 1964[2]. Se trata de una emigración económica, con un fuerte componente de desencanto y con mucha rabia enquistada. La rabia que crece con la derrota. La derrota en la guerra y la derrota en la paz.

La mayoría de estos emigrantes se fueron a los países europeos que empezaban a salir económicamente airosos de la II Guerra Mundial. Fueron los “Gastarbeiter” de la Alemania Federal; los “trabajadores invitados”. Invitados a realizar las faenas que los nacionales consideraban indignas de si mismos. Invitados a vivir en barriadas de emigrantes.

No obstante, en razón de los lazos de parentesco existentes con españoles residentes en Chile desde finales del siglo XIX y principios del XX o refugiados de la Guerra Civil, algunos intentaron nuevamente la “aventura americana”. Los españoles que habían devenido en prósperos comerciantes, en industriales bien posicionados o en profesionales exitosos tendieron la mano a los “parientes pobres” o empobrecidos de la España de posguerra.

Las estadísticas – escasas por cierto para el período – muestran que este flujo migratorio a Chile fue bastante exiguo. No así en el caso de Argentina.

  1. Presos del silencio mejor documental en el festival de cine de Sevilla. Directores: Mariano Agudo y Eduardo Montero
  2. Datos INE: casi 2.000.000 de españoles salen de España entre 1960 y 1978; de ellos aprox. 500.000 entre 1961 y 1964
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