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madrileñas – los 30 números de la Revista “Luna”, inédita y clandestina; secreta e insólita.

Aunque estaban previstos inicialmente 3 grupos temáticos de 12 números cada uno, la premura que trajo consigo la posibilidad del fin del encierro, dejó el último grupo en solo la mitad, es decir en 6. Así entonces, nacieron los 30 números de Luna, en ejemplar único, tamaño folio, mecanografiado, en papel barba con amplios márgenes, 133 ilustraciones a color (acuarelas y guaches) y 20 ilustraciones en tinta negra.

Desde esa Luna noctámbula y noctambularia, estos peculiares exiliados, insertos en las mismísimas entrañas del gobierno del General Franco, se dieron a reflexionar, escondidos entre las bambalinas del régimen, sobre los avatares de la política contingente, sobre el porvenir, sobre la literatura ... mantuvieron viva la memoria y la obra de sus compañeros ausentes: Federico García Lorca, Miguel Hernández, Antonio Machado ... se aferraron al madero sólido y seguro de la CULTURA con mayúsculas, esa que hace de las personas seres humanos, esa que derriba muros y escapa por las rendijas de las ventanas, esa que es libre aunque la encadenen, que grita aunque la amordacen, esa, frente a la que Millán Astray sacaba la pistola.

A algunos los recuerdo de mi infancia, a otros los rememoro a través de los relatos de mis padres. A Barbero actuando con la Xirgú. A Echeverría, perfeccionista hasta el desideratum, y sus cuadros de mujeres desnudas, siempre muy peludas y con pechos incongruentemente enhiestos (cuentan que se los sujetaba con tela emplástica). A Pablo de la Fuente, enorme, con voz de túnel y gafas de marco muy grueso. Al Doctor García Rosado, afincado en la apacibilísima ciudad de Quillota, médico rural a la antigua. A Ontañón y su amor desenfrenado por Nana Bell; una chilena hermosísima y elegantísima. A Arturo Soria, por su puesto, capaz de hacer un “happening” de cualquier situación cotidiana y a Flor de mi Vida, su mujer, dulce y paciente como nadie. A Esteban Rodríguez de Gregorio no, pero si a su hijo, Esteban Rodríguez Santacoloma, arquitecto, absolutamente, si. Se me quedó grabada una frase que me dijo durante la Reforma Universitaria de 1968 “Mira flaquita, lo que hay que saber, es de donde viene la plata, porque el que paga, es el que ordena la música que se toca”.

Ellos fueron parte de este contingente de españoles que no vinieron a hacerse la América, sino a colaborar para que América se fuera haciendo.

Los emigrados del franquismo

Salí de mi tierra
me fui con dolor,
si hay quien reparta justicia,
de mí se olvidó.
[1]
  1. S. Távora, Quejío,
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