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cio, á que el contrato de matrimonio sea una carga tan ligera, que la soporten sólo aquellas que estén con él satisfechas, y puedan las demás repetir ensayos sucesivos, hasta realizar el soñado ideal... sin perjuicio de que allí las católicas mantengan con intransigencia el dogma de la indisolubilidad del vínculo.

"Las mujeres nos gobiernan: tratemos de hacerlas perfectas"; tal parece haber sido el propósito yankee. Para nosotros, hijos de la raza latina, esa "perfección" nos parece algo exagerada. ¿Ha dañado ella, sin embargo, á las condiciones esencialmente femeninas de la mujer? No, y eso lo sabe todo el que ha viajado por Estados Unidos, ó ha tratado en cualquier parte del mundo á la norteamericana. El hecho es que, por lo menos, su influencia social es tal, que la civilización ha ganado inmensamente, y el hombre es hoy allí más culto que en la época, relativamente reciente, que provocó aquella acerba crítica del humorista Mark Twain : The gilded age.