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CAYO SALUSTIO CRISPO.

ó entre los primeros, á los leones y otras fie- ras; y ejecutando mucho, hablaba con gran moderacion de sí. De estas cosas Micipsa, aunque en los principios se alegraba, con la esperanza de que el valor de Jugurta podria algun dia contribuir á la gloria de su reino, despues que reflexionó que el mancebo se iba ganando más y más crédito en la flor de su edad, siendo tan avanzada la suya y tan tierna la de sus hijos; inquieto sumamente con este pensamiento, daba mil vueltas en su interior. Poníale miedo la condicion hu- mana, de suyo ambiciosa de mando y nada detenida en cumplir sus deseos, y asimismo la favorable ocasion de su edad y la de sus hijos, capaz por sí sola de trastornar, con la esperanza del buen éxito, áun á espiritus menos elevados. Añadíase á esto el grande amor que los Númidas tenian á Jugurta: todo lo que hacia temer mucho á Micipsa, que si se resolvia á matarle con engaños, po- dria nacer de ahí alguna guerra ó sedicion.

Entre estas dificultades, viendo que ni por via de fuerza, ni de asechanzas, podia quitar del medio á un hombre tan bien quisto del pueblo, y por otra parte, cuán valiente era Jugurta y ambicioso de gloria militar, de-