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San Agustín

antiguo esplendor, es á saber, en el mismo tiempo en que habiendo reedificado el templo, después del duro cautiverio que padecieron en Babilonia, pensó que había de mejorar de fortuna: porque así entendía aquel pueblo carnal que lo prometió Dios por su profeta Ageo (1): «mayor será la gloria de esta última casa que de la primera», lo cual poco más arriba manifestó debe entenderse por el Nuevo Testamento, donde dijo, prometiendo claramente á Cristo (2): «conmoveré todas las naciones, y vendrá el deseado por todas las gentes».

En los Setenta intérpretes, con autoridad profética expresaron otro sentido, que convenía más al cuerpo que á la cabeza, esto es, mas á la Iglesia que á Cristo (3): «vendrá lo que tiene escogido el Señor entre todas las gentes», esto es: los hombres, de quienes dice Jesucristo en el Evangelio (4): «muchos son los llamados, y pocos los escogidos», porque de estos tales elegidos de entre las gentes, como de piedras vivas, se ha edificado la casa de Dios por el Nuevo Testamento, mucho más gloriosa que lo fué el templo de Salomón, y el restaurado después de la cautividad. Por esto, desde entonces, no tuvo profetas aquella nación, y la afligieron con infinitas calamidades los reyes gentiles, y los mismos romanos, para que no entendiesen que esta profecía de Ageo se había cumplido en la restauración del templo: pues á poco tiempo, con la venida de Alejandro, fué sojuzgada, y aunque entonces no se verificó destrucción alguna, porque no se atrevieron á hacerle resistencia, rindiéndose desde luego y recibiéndole en paz, con todo, no fué la gloria de aquella casa tan grande como lo fue estando libre en poder de sus propios reyes. Y (1) Ageo, cap. II.

(2) Idem.

Idem.

(8) (4) San Mateo, cap. VII.