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San Agustín

ellos una señal tan grande del divino espíritu, sin duda otro cualquiera que ha traducido fiel y legalmente aquellas Escrituras del idioma hebreo en otro cualquiera, este tal, ó concuerda con los Setenta intérpretes, ó si al parecer no concuerda, debemos entender que se encierra allí algún arcano profético. Porque el mismo espíritu que tuvieron los profetas cuando anunciaron tan estupendas maravillas, lo tuvieron los Setenta cuando las interpretaron; el cual, ciertamente, con la autoridad divina, pudo decir otra cosa, como si el profeta hubiera dicho lo uno y lo otro, porque lo uno y lo otro lo decía el mismo espíritu, y esto mismo pudo decirlo de otro modo, para que se manifestase á los que lo entendiesen bien, cuando no las mismas palabras, á lo menos el mismo sentido; y pudo dejarse, y añadir alguna particularidad, para manifestar también con esto que en aquella traducción no hubo sujeción ni servidumbre á las palabras, sino una potestad divina que llenaba y gobernaba el espíritu del intérprete. Ha habido algunos que han querido corregir los libros griegos de la interpretación de los Setenta por los libros hebreos, y, sin embargo, no se han atrevido á quitar lo que no tenían los hebreos y pusieron los Setenta, sino tan sólo añadieron lo que hallaron en los bebreos y no estaba en los Setenta. Esto lo notaron al principio de los mismos versos con ciertas señales formadas á manera de estrellas, á cuyas señales llamaban asteriscos. Y lo que no tienen los hebreos y se halla en los Setenta, asimismo en el principio de los versos lo señalaron con unas virgulillas tendidas, así como se escriben las notas de las onzas, y muchos de estos libros, con estas notas, andan ya por todas partes, así en griego como en latín; pero lo que no se ha omitido ó añadido, sino que lo dijeron en otro sentido, ya causeotra inteligencia compatible y no fuera de propósito, ya