Página:La ciudad de Dios - Tomo IV.pdf/9

Esta página no ha sido corregida
7
La ciudad de Dios

indisoluble de una misma naturaleza, por desear cada cual sus comodidades y apetitos, y no ser bastante lo que se apetece para todos, porque no es una misma cosa la deseada, las más veces hay divisiones, y la parte que prevalece, oprime á la otra; porque la vencida se rinde y sujeta á la victoriosa, mediante á que prefiere y estima más cualquiera paz y vida sosegada que el dominio, y aun más que la líbertad; de suerte que nos han admirado infinito los que han querido mejor perecer que servir; pues casi en todas las naciones en cierto modo está admitido el natural dictamen de querer más rendirse á los vencedores los que por acaso fueron vencidos, que quedar totalmente aniquilados con los rigores de la guerra. De aquí provino, no sin alta providencia de Dios, en cuya mano está que cada uno salga vencido ó vencedor en la guerra, que unos tuviesen reinos y otros viviesen sujetos á los que reinan. Pero entre tantos reinos como ha habido en la tierra, en que se ha dividido la sociedad por el interés y ambición terrena (á la cual con nombre genérico llamamos Ciudad de este mundo) dos reinos vemos que han sido más ilustres y poderosos que los otros; el primero el de los Asirios, y después el de los Romanos, distintos entre si, así en tiempos como en lugares; porque como el de los Asirios fué primero, y el de los Romanos posterior, así también aquél fué en el Oriente, y éste en el Occidente, y, efectivamente, al fin del uno siguió luego el principio del otro. Todos los demás reinos y reyes con más propiedad los llamaría yo jirones y retazos de éstos. Así que, reinaba ya Nino, segundo rey de los Asírios, habiendo sucedido á su padre Belo, que fué el primero que reinó en aquel reino cuando nació Abraham en la tierra. de los caldeos. En aquella época era también bien pequeño el reino de los Sicionios, de donde el doctísimo Marco Varrón, escribiendo