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San Agustín

alguna y confusamente tuvo y fomentó en su seno tanta infinidad de controversias de hombres que tenían diferentes sentimientos, y no en materia de heredades ó casas, ó de intereses de dinero, sino sobre asuntos importantes en que se descifra y pronuncia sobre nuestra infelicidad ó felicidad eterna? En cuyas disputas, aunque se decían algunas cosas ciertas, sin embargo, con la misma libertad se proferían también las falsas; de forma que no en vano esta Ciudad tomó el nombre místico de Babilonia, porque Babilonia quiere decir confusión, como lo hemos ya insinuado otra vez. Ni le interesa á su caudillo, el demonio, el mirar con cuán contrarios errores debaten y riñen entre sí los que él juntamente posee por el mérito de sus muchas y varias impiedades. Pero aquella gente, aquel pueblo, aquella República, aquellos israelitas (1), «á quien confió Dios sus santas Escrituras», por ningún pretexto confundieron con igual libertad los falsos profetas con los verdaderos, sino que, conformes entre sí, y sin discordar en nada, reconocieron y conservaron los verdaderos autores de las sagradas letras. A éstos tuvieron por sus filósofos, esto es, por los que amaban su sabiduría, á éstos por sabios, á éstos por teólogos, á éstos por profetas, á éstos por maestros y doctores de la virtud y religión. Cualquiera que sintió y vivió conforme á sus doctrinas, sintió y vivió, no según los hombres, sino según Dios, que habló por boca de estos sus siervos. Aquí si prohiben el sacrilegio, Dios lo prohibió; si dicen: «honrarás á tu padre y á tu madre», Dios lo mandó, si dicen: «no fornicarás, no matarás, no hurtarás»; y así los demás preceptos del Decálogo no salieron de las bocas humanas estas sentencias, sino de los divinos oráculos. Todas las verdades que algunos filó(1) San Pablo, ep. á los Romanos, cap. III.