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San Agustín

CAPÍTULO XXXVI

De Esdras y de los libros de los macabeos.


Después de estos tres profetas, Ageo, Zacarías y Malachías, por los mismos tiempos en que el pueblo de Israel salió libre del cautiverio de Babilonia, escribió también Esdras, quien ha sido tenido más por historiador que por profeta (así como el libro que se intitula de Ester, cuya historia en honor de Dios se halla haber sucedido no mucho después de esta época), á no ser que acaso entendamos que Esdras profetizó á Jesucristo en aquel pasaje donde se refiere que habiéndose excitado una cuestión y duda entre ciertos jóvenes sobre cuál era la cosa más poderosa en el mundo, y diciendo uno que los reyes, otro que el vino, y el tercero que las mujeres, quienes por lo general suelen dominar los corazones de los reyes, el tercero manifestó y probó que la verdad era únicamente la que todo lo vencía. Y si registramos el Evangelio, hallamos que Cristo es la misma verdad. Desde este tiempo, después de reedificado el templo hasta Aristóbulo, no hubo reyes entre los judíos, sino príncipes, y el cómputo de estos tiempos no se halla en las santas Escrituras que llamamos canónicas, sino en otros libros, y, entre ellos en los que se intitulan de los Macabeos, los cuales tiene por canónicos, no los judíos, sino la iglesia, por los extraños y admirables martirios de algunos Santos mártires que contienen, quienes, antes que Cristo encarnase, pelearon valerosamente hasta dar su vida en defensa de la ley santa del Señor, padeciendo cruelísimos y horribles tormentos.