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La ciudad de Dios

do, pues, ya que este sacrificio por medio del sacerdocio de Cristo, instituído según el orden de Melchisidec, se ofrece á Dios en todas las partes del globo habitado desde el Oriente hasta el Poniente, y que no pueden negar que el sacrificio de los judíos, á quienes dice, «no me agradáis, ni me complace el sacrificio ofrecido de vuestra mano»», está abolido; ¿á qué efecto aguardan todavía otro Cristo, ya que lo que leen en el Profeta y ven ya realizado, no pudo cumplirse por otro que por el mismo Salvador? Poco después, en persona de Dios, dice del mismo Profeta (1). «Le dí mi testamento y pacto, en que se contenía la paz y la vida, y le prescribí que me temiese y respetase mi nombre; la ley de la verdad se hallará en su boca, en paz andará conmigo y convertirá á muchos de sus pecados, porque los labios del Sacerdote conservarán la ciencia y aprenderán la ley de su boca, porque él es el ángel del Señor Todopoderoso». Y no hay que admirarnos que llame á Cristo Jesús, Ángel de Dios Todopoderoso; pues así como se llama siervo por la forma de tal con que se presentó á los hombres, así también se llamó Angel por el Evangelio que anunció á los mortales; porque si interpretásemos estos nombres griegos, Evangelio quiere decir «buena nueva», y el Ángel el que trae la nueva: en antención á que hablando del mismo Señor, dice en otro lugar (2): «Yo enviaré mi Ángel, el cual allanará el camino delante de mí, y luego al momento vendrá á su templo aquel Señor que vosotros buscáis, y el Ángel del testamento que vosotros deseáis. Mirad que viene, dice el Señor Dios Todopoderoso. ¿Y quién podrá sufrir el día en que llegare, ó quién podrá resistir cuando se dejare ver?» En este lugar nos anunció el (1) Malachias, cap. I. v. 5.

(2) Malachias, cap. III,