Página:La ciudad de Dios - Tomo IV.pdf/72

Esta página no ha sido corregida
70
San Agustín

y su imperio se dilatará de mar á mar, y desde los ríos hasta los últimos fines del orbe terráqueo». Cuándo y cómo nuestro Señor Jesucristo caminando, uso de esta especie de cabalgadura, lo leemos en el Evangelio, donde se relaciona asimismo parte de esta profecía, cuanto pareció bastante para la ilustración de la doctrina contenida en aquel pasaje. En otro lugar, hablando con el mismo Cristo en espíritu de profecía sobre la remisión de los pecados por la efusión de su preciosa sangre, dice (1): «Y tú también, con la sangre de tu pacto y testamento, sacaste tus presos y cautivos del lago donde no hay agua»; cuál sea lo que debe entenderse por este lago, puede tener diversos sentidos, aunque conformes á la fe católica. Yo soy de dictamen que no hay objeto que en estas palabras se nos signitique con más propiedad, que el abismo y profundidad seca en cierto modo, y estéril de la miseria humana, donde no hay las corrientes de las aguas tersas de justicia, sino lodos y cenagales inmundos de pecados. Porque de este lago, dice el real profeta (2), «me libró del lago de la miseria, y del cenagoso lodo». Y Malaquias, vaticinando de la Iglesia, que vemos ya propagada por Cristo, dice explícita y claramente á los judíos en presencia de Dios (3): «Yo no tengo mi voluntad en vosotros, no me agradáis, ni me complace la ofrenda y sacrificio ofrecido de vuestra mano; porque desde donde nace el sol hasta donde se pone, vendrá á ser grande y glorioso mi nombre en las gentes, dice el Señor, y en todas partes sacrificarán y ofrecerán á mi nombre una ofrenda, y sacrificio puro y limpio, porque será grande y glorioso mi nombre entre las gentes». Vien(1) Zacharias, cap. V.

(2) Salmo 89.

(8) Malachias, cap. I.