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San Agustín

mis huesos y en mí se quedó interiormente trastornada toda mi natural disposición». Repara y pon los ojos en lo que dice de que él mismo se turba y atemoriza con lo que él propio iba diciendo inspirado del divino espíritu de profecia, en el que veía y observaba todo cuanto había de acaecer en lo sucesivo: pues como se alborotaron tantos pueblos, advirtió las tribulaciones que amenazaban á la Iglesis, y como luego conoció ser miembro de ella, dice: «Descansaré en el día de la tribulación, como quien pertenece y es miembro de aquellos que están «con gozo en la esperanza, y en la tribulación con paciencia», «para que suba, dice, al pueblo de mi peregrinación». Apartándose, en efecto, del pueblo perverso, pariente carnal suyo, que no es peregrino en la tierra, ni pretende la posesión de la patria soberana: «porque la higuera, añade, no llevará fruto, ni las viñas brotarán, faltará la oliva, y los campos no producirán que comer, no habrá ovejas en las majadas, ni bueyes en los establos». Vió aquel pueblo, que había de dar muerte á Cristo, como perdería la abundancia de los bienes espirituales, los cuales, cual acostumbran los profetas, los figuró por la abundancia y fertilidad de la tierra, y como por esto incurrió aquel pueblo en semejante, ira é indignación de Dios, pues no echando de ver la Justicia Divina, quiso establecer la suya, y luego prosigue: «Pero yo me holgaré en el Señor y me regocijaré en Dios mi Salvador: el Señor mi Dios, y mi virtud, pondrá y sentará mis pies perfectamente: me colocará en lo alto para que salga victorioso con aquel cántico» es, á saber: con aquel cántico en que se dicen algunas cosas semejantes á las del Real Profeta. «Puso y afirmó mis pies sobre la tierra, enderezó mis pasos é infundió en mi boca un nuevo cántico, un himno en alabanza de nuestro Dios»: asi, pues, sale victorioso con el cántico del Señor, el que le agra-