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La ciudad de Dios

aquellos cuyas festividades espiritualmente se renuevan de forma que no puedan envejecerse; y por medio del Evangelio vemos ya desterradas y destruídas las esculturas y estatuas, esto es, los ídolos de los dioses falsos, echados ya en perpetuo olvido, como si los sepultarán, y en todo lo respectivo á este particular vemos ya cumplida esta profecía. Y Abacuc, ¿de qué otra venida, sino de la de Cristo, que es quien había de venir, ha de entenderse que habla? cuando dice (1): «y me respondió el Señor, y dijo: escribe esta visión de viva voz, tan claramente que la entienda con facilidad cualquiera que la leyere, porque esta viaión, aunque todavía tarde algo, se cumplirá á su tiempo, nacerá al fin, y no faltará, y si tardare aguárdale, porque sin duda vendrá el que ha de venir, y no se detendrá más del tiempo que está determinado».



CAPÍTULO XXXII

De la profecia que se contiene en la oración y cántico de Abacuc.


Y en su oración y cántico, ¿con quién habla Abacuc, sino con Cristo 'Señor nuestro cuando dice (2): «He ofdo, Señor, lo que me has hecho entender por tu revelación, y me he encogido de temor»? ¡He considerado, Señor, tus obras, y me he quedado absorto! Porque ¿qué otra cosa es esta, aino una inefable admiración de la salud eterna, nueva y repentina, que predecía había de venir á los hombres? «Te darás á conocer, añade, en (1) Abacuo, cap. III, v. 2.

(2) Abacuc, cap. III, v. 8.