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San Agustín

Cristo, prosigue diciendo: (1): «y tú, Belén, casa de Efrata, pequeña eres entre tantas ciudades como hay en Judá; sin embargo, de ti saldrá el que será Príncipe de Israel, y su salida ó aparición será desde el principio, y por toda la eternidad; por eso dejará vivir y permanecer por algún tiempo á los judíos, hasta que la que está de parto dé á luz lo que trae encerrado en su vientre, y los demás hermanos de este Príncipe que restan se conviertan y junten con los verdaderos hijos de Israel. Él permanecerá y mirará por ellos, y apacentará su rebaño con la virtud del Señor, y vivirán en honor del Señor su Dios, porque entonces será glorificado hasta los últimos fines de la tierra». El profeta Jonás profetizó é Cristo, no solamente con la boca, sino en cierto modo con su pasión, y sin duda más claramente que si á oces hubiera vaticínado su muerte y resurrección. Porque á qué fin le metió la ballena en su vientre y le volvió á arrojar al tercero día, sino para significarnos que Cristo al tercero día habia de resu citar de lo profundo del infierno? Y aunque todo lo que predice Joel es indispensable declararlo extensamente para que se sepa lo que pertenece á Cristo y á su Igleaia, con todo, no omíteré un pasaje suyo, del que se acordaron también los apóstoles cuando estando congregados los nuevos creyentes, vino sobre ellos el Espíritu Santo, según lo había prometido Jesucristo (2): y después de esto, derramaré mi espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán, vuestros ancianos soñarán sueños, vuestros jóvenes verán visiones, y sobre mis siervos y sobre mis siervas derramaré en aquellos días mi espiritu».

(1) San Mateo, cap. V, y lib. Numer., cap. II.

(2) Joel, cap. II.