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La ciudad de Dios

.8 cendencia ha de heredar y poseer las gentes y has de llegar á poblar las ciudades que estaban desiertas. No 1 temas porque has estado confusa, ni te avergüences porque has sido infamada y avergonzada, en atención á que has de venir á olvidar para siempre la confusión y no te has de acordar más del oprobio de tu viudez, porque el que te dispensa esta gracia es el que se llama Señor de los ejércitos, y el que te libra se llama Dios de Israel, Dios de toda la tierra». Baste lo dicho, en lo cual se encierran ciertos enigmas misteriosos que necesitan de competente explanación; pero presumo que será auficiente la simple narración de lo que está tan claro, que hasta los mismos enemigos, aun contra su voluntad, lo entenderán con toda claridad.



CAPÍTULO XXX

De lo que profetizaron Micheas, Jonás y Joel, que pueda aludir al Nuevo Testamento.


El profeta Micheas, figurando á Cristo bajo la misteriosa figura de un monte muy elevado y extenso, dice asi: «En los últimos días se manifestará el monte del Señor, se establecerá sobre la cumbre de los más empinados montes, se levantará sobre todos los collados; concurrirán á él los pueblos, acudirán muchas gentes, y dirán: ea, venid, subamos al monte del Señor, y á la casa del Dios de Jacob; él nos enseñará sus caminos, y nosotros andaremos por sus sendas, porque de Sión ha de salir la ley y de Jerusalén la palabra del Señor.

Él juzgará y administraré justicia entre muchos pueblos, y pondrá freno á naciones poderosas y remotas».

Y refiriendo Micheas el pueblo donde había de nacer