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San Agustín

serán mi pueblo», sino yo seré su satisfacción, yo seré todo lo que los hombres honestamente pueden desear, vida y salud, sustento y riqueza, gloria y honra, paz y todo cuanto bien se conoce? De esta manera se entiende también lo que dice el Apóstol: «que Dios nos será todas las cosas en todo». El será el fin de nuestros deseos, pues le veremos sin fin, le amaremos sin fastidio, y le elogiaremos sin cansancio. Este oficio, este afecto, este acto será sin duda como la misma vida eterna, común á todos.

Por lo tocante á los grados de los premios que ha de haber de honra y gloria, según los méritos, ¿quién será bastante á imaginarlo, cuanto más á decirlo? Pero es indudable que los ha de haber, y verá también en sí aquella Ciudad bienaventurada, aquel gran bien que ningún inferior tendrá envidía á ningún superior, así como ahora los ángeles no tienen emulación de los ar cángeles. No apetecerá cada uno ser lo que no le dieron viviendo unido á aquel que se lo dieron con un vinculo apacible de concordia, como en el cuerpo no querría ser ojo el miembro que es dedo, hallándose uno y otro con suma paz en la unión y constitución de todo el cuerpo.

De tal suerte tendrá uno un don menos que otro, como tendrá el de no desear ni querer más.

No dejarán de tener libre albedrío porque no puedan deleitarse con los pecados, mediante á que más libre estará de la complaceneia de pecar el que se hubiere libertado hasta llegar á conseguir el deleite indeclinable de no pecar, pues el primer libre albedrío que dió Dios al hombre cuando al principio le crió recto, pudo no pecar, pero pudo también pecar; mas este último será tanto más poderoso, cuanto que no podrá pecar. Este privilegio será igualmente por beneficio de Dios, no por la posibilidad de su naturaleza. Porque una cosa es ser uno Dios, otra participar de Dios. Dios, por su na-