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San Agustín

mos aquellos espirituales ojos de nuestros cuerpos, veremos también por los cuerpos á Dios incorpóreo, que lo rige y gobierna todo. Si veremos, pues, á Dios con ojos que tengan algo semejante al entendimiento, con el cual se vea también la naturaleza incorpórea, cosa es muy difícil ó imposible de mostrarlo con testimonios de la Sagrada Escritura. Más fácil de entender es que de tal manera nos será Dios notorio y visible, que se vea con el espíritu y se vea por uno en otro, y se vea en sí mismo, se vea en el cielo nuevo y en la tierra nueva, y en todas las criaturas que entonces hubiere; se vea también por los cuerpos en todo cuerpo, donde quiera que dirijamos la vista de los ojos del cuerpo espiritual. También veremos patentes los pensamientos unos y otros. Porque entonces se cumplirá lo que el Apostol indica despues de aquellas palabras: «no queráis antes de tiempo juzgar y condenar á ninguno»; y luego añade: «hasta que venga el Señor y alumbre los secretos de las tiniebias, manifieste los pensamientos del corazón, y entonces tendrá cada uno su alabanza de Dios»».



CAPÍTULO XXX

De la eterna felicidad y bienaventuranza de la Ciudad de Dios, y del sábado y descanso perpetno.


¿Cuán grande será aquella bienaventuranza donde no habrá mal alguno, ni faltará bien alguno, y nos ocuparemos en alabar á Píos, el cual llenará perfectamente el vacío de todas las cosas en todos? Porque no sé en qué otra ocupación se empleen donde no estarán ociosos por vicio de la pereza, ni trabajarán por esca.