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San Agustín

creer que hemos de ver á Dios por esta cara corporal donde están los ojos corporales, á quien sin intermisión vereinos con el espíritu; porque si no hubiera cara interior del liombre, no dijera el mismo Apóstol: «pero nosotros, habiéndose quitado el velo de la cara, representando como espejos la gloria del Señor, nos transformamos en su misma imagen con él, creciendo de gloria en gloria, como á la presencia y comunicacióndel Espíritu del Señor». Ni de otra manera se entienda lo que dice el Real Profeta: «allegaos á él, y seréis alumbrados, y no se confundirán vuestras caras de vergüenza»; porque con la fe nos allegamos á Dios, la cual está claro que es del espíritu, y no del cuerpo. Mas porque no sabemos cuán grande será el acrecentamiento y mejora del cuerpo espiritual, porque hablamos de cosa de que no tenemos experiencia, cuando la Sagrada Escritura no nos muestra claramente sino como por señas nos apunta algunas particularidades que no se puedan entender de otra manera, es fuerza que nos suceda lo que leemos en el libro de la Sabiduría: «que los discursos de los mortales son tímidos é inciertas nuestras providencias é invenciones»; porque si el argumento de los filósofos por el cual pretenden que las cosas inteligibles de tal conformidad se ven con los ojos del entendimiento y con el sentido del cuerpo las sensibles, esto es, las corporales que el entendimiento no puede ver ni las inteligibles por el cuerpo, ni las corporales por sí mismo, si pudiera, digo, sernos argumento cierto, sin duda sería positivo que de ningún modo se pudiera ver á Dios por los ojos del cuerpo, aun espiritual.

Pero de este argumento se burla la razón y la autoridad profética; porque ¿quién, hay tan encontrado con la verdad que se atreva á decir que Dios no sabe ó no conoce estas cosas corporales? ¿Tiene acaso cuerpo por cuyos ojos las pueda aprender? Y lo que poco ha decía-