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San Agustín

mi espíritu no estaba presente cuando volvió aquel personaje de su carroza á encontrarte?» Con su espíritu, pues, dijo el profeta que vió esto, sin duda ayudado milagrosamente de Dios. Pero ¡con cuanta mayor abundancia gozarán entonces todos de este don cuando Dios «será todo en todos!» Y, sin embargo, conservarán también aquellos ojos corporales su ministerio, estarán en su propio lugar, y usará de ellos el espíritu por medio del cuerpo espiritual. Porque tampoco aquel profeta, no porque no tuvo necesidad de ellos para ver al ausente no usó de ellos para ver las cosas presentes, las cuales podía ver con el espíritu, aunque los cerrara como las vió las ausentes, adonde con ellos no estaba.

Luego sería absurdo decir que aquellos santos en aqueIla vida no han de ver á Dios, cerrados los ojos, á quien siempre verán con el espíritu. Pero la duda consiste en si le han de ver también con los ojos del cuerpo cuando los tengan abiertos; porque si han de poder tanto en el cuerpo espiritual los ojos espirituales cuanto pueden estos que ahora tenemos, sin duda no podremos con ellos ver á Dios. Serán, pues, de muy diferente potencia, si por ellos hemos de ver aquella naturaleza incorpórea que no ocupa lugar, sino que en todas partes está toda. Pues no porque decimos que Dios está en el cielo y en la tierra (pues él dice por el Profeta: «Yo lleno el cielo y la tierra»), hemos de decir que tiene una parte en el cielo y otra en la tierra, sino que todo está en el cielo y todo en la tierra, no alternativamente en diferentes tiempos, sino todo juntamente, lo cual no es posible á ninguna naturaleza corpórea.

Aquellos ojos tendrán una virtud más poderosa, no para que vean más perspicazmente de lo que se dice que ven algunas serpientes ó águilas, porque estos animales, por más fina vista que tengan, sólo pueden ver cuerpos, sino para que vean también las cosas in.